El poeta se inició en el arte de la escritura en sus años en el bachillerato, pero su verdadero nacimiento literario se produjo en la Universidad de Sevilla donde conoció a Pedro Salinas, que ejercía de profesor de literatura, y que le orientó en sus lecturas: Fray Luis de León, Herrera, Garcilaso, entre los clásicos españoles, pero también la poesía de Rimbaud o Mallarmé y, principalmente, la obra de André Gide, escritor que supuso para Cernuda el reconocimiento y aceptación de su propia sexualidad.
En los años veinte se trasladó a Madrid y fue allí donde entró en contacto con el mundo intelectual y de esos contactos nace su primera obra, Perfil del aire (1927), en la línea de la poesía pura, que recibió pocas críticas y en su mayoría negativas.
En diciembre de 1927, homenajeando a Góngora, se reúne la recién nacida Generación del 27 en el Ateneo de Madrid. Cernuda conoce a Federico Garcia Lorca. Un año después muere su madre y Cernuda se instala definitivamente en Madrid; pero por poco tiempo ya que, gracias a la ayuda de Pedro Salinas, consigue un lectorado en Toulouse. La ciudad provinciana sin embargo le desanima: en Madrid se había forjado un hombre de atildado y perfecto aspecto, de camisería inglesa, trajes, guantes y sombrero y falsa frivolidad que le llevaba a cocktails, bares y restaurantes, ensayando poses y apariciones perfectas en público, intentando ocultar tras esa fachada impecable su propia inseguridad y sus miedos, su necesidad de amor, su sensibilidad extrema, su continua necesidad de huir. En Toulouse se refugió en el dandysmo para defenderse del ambiente mediocre de la ciudad y de las clases en la Universidad. Nunca sintió pasión por la labor docente.
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